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lunes, 1 de noviembre de 2010

Sólo los tontos son tristes...


Chesterton y la alegría del sentido común
Ignacio María Rubio
La incredulidad del padre Brown



Dejarnos sorprender

        El pensamiento chestertoniano tiene una característica que lo hace especialmente atractivo. Es alegre. Sus escritos tienen esa profundidad superficial que se opone diametralmente a lo que entendemos por un escrito académico. La fuente fundamental de esta alegría es una capacidad que todos los hombres tenemos escondida en el fondo del baúl de la inteligencia: el sentido común.

        Podríamos decir que el sentido común es la llave para leer con provecho los escritos de G.K. Chesterton, y por otra parte el fruto habitual que extraeremos de su lectura. Se basa en la inteligencia misma del hombre que busca la perfección de su propia naturaleza por medio del saber. Y el encontrar esos pequeños destellos de sabiduría produce en el hombre una cierta felicidad o alegría por la satisfacción del logro –siempre en parte– de este objetivo. Chesterton nos hace sentir esta satisfacción con total naturalidad. Llamémosla la “alegría del sentido común”.

        Para esto el hombre tiene que purificar primero el pensamiento estancado: tiene que estar preparado para dejarse sorprender por la realidad, descubrir la realidad con ojos nuevos. Y después, estar abierto para romper sus esquemas: estar abierto a que la verdad se asome por la ventana y que –literalmente– “nos tire la casa por la ventana”. Quizá esta sea la mayor dificultad que experimenta el pensamiento al verse invadido por el sentido común, que nos hace ver la realidad y descubrir la verdad. Nos cuesta ”romper esquemas”. El hombre de hoy muchas veces está atado a una suerte de presión sobre el pensamiento (una especie de terrorismo ejercido sobre su razón y su espíritu) encajonado en patrones de acción y pensamiento que un ambiente o grupo social le imponen. Y esto es muy cómodo. No te exige pensar por ti mismo. Pero es evidente que esta atadura del pensamiento reduce las aspiraciones del hombre, llevándole a una vida gris y autómata que cada día pierde más su sentido.

        Cada hombre debe hacer la experiencia de la verdad por sí mismo. Nadie la puede hacer por otro. Cada uno tiene que ejercer su propia capacidad de pensar… nadie puede pensar por otro. Para el hombre que se atreve a dar el valiente paso de enfrentarse al problema del pensamiento, una buena llave es esta “alegría del sentido común”. Es una manera de vivir la vida, que Chesterton ejercitó y predicó: usar el sentido común.

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