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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Las cosas no son como yo las veo...

La realidad no es como yo la percibo, sino como la ve Dios.


Es curioso, pero hablando con mucha gente te das cuenta de que nada lo percibimos igual unos que otros. Depende de si eres optimista, si estás alegre o si tienes fe percibes unas cosas u otras. De modo que llega un momento en el que parece que el mundo es totalmente diferente según sea el observador. No es que haya un genio que nos esté engañando (como decía Descartes) sino que nos engañamos nosotros mismos y el Diablo también influye.

Así que la razón humana está muy limitada, tras el pecado original, para reconocer la realidad tal cual es, pues nos dejamos engañar con una gran facilidad. Al final, te das cuenta de que la realidad parece haber cambiado cuando te conviertes. Realmente, nada cambia, sino que tú aprendes a percibir lo que antes te nagabas en redondo a aceptar. Si Dios existe, si Dios es Omnipotente y si Dios te ama eso tiene que influir tanto en tu modo de observar cuanto te rodea que no puede ser indiferente creer o no creer para poder conocer la verdad y no sólo la verdad sobre Dios (es más que evidente) sino para conocer la esencia de las realidades creadas.

El otro día leía un texto del beato fray Juan Duns Scoto (Juan de Duns "Escocés") y me llamaba la atención que ponía el dedo en la llaga. Muchas veces se dice que no se puede amar lo que no se conoce, pero también es cierto que no se conoce nada que antes no se ame. Puede parecer la típica discusión escolástica que no lleva a nada, pero vamos a tratar de desentrañar un par de cuestiones importantes.


Es un hecho de experiencia que si algo no te llama la atención, si algo no te sorprende, nunca llegarás a conocerlo realmente. En principio, tus sentidos captan una realidad, esa realidad si no te sorprende no causa nada en ti y pasa prácticamente desapercibida. Si, por el contrario, esa realidad te estimula, te sorprende o te llama la atención entonces queda impresa en ti y buscas aprehenderla de otro modo. Te lleva a conocerla y captarla y dominarla intencionalmente.



Simplemente, depende de cuáles sean tus gustos, inclinaciones... habrá cosas que te llamen la atención y otras que prácticamente no existan para ti. Incluso interpretaremos de modos distintos la realidad de cuanto nos rodea. "Lo que se recibe, se recibe al modo del recipiente" expresa otro viejo aforismo latino. Esto es, eres tú quien da forma a lo que vas conociendo, aunque esto tampoco es exacto, pues también tenemos la experiencia de que estudiando ciertas realidades llega un momento en que ese estudio influye sobremanera en tu capacidad de percibir y cambia la interpretación que dabas a la realidad. No todo son las estructuras internas, la realidad tiene por sí misma consistencia y podemos conocerla y por eso puede influir también en nosotros, cambiando nuestro modo de percibirla. Cuanto más nos acercamos a algo, más capaces somos de comprenderlo y más fácil es que la verdad conocida pueda influir en nuestro modo de conocer otras realidades.

Al final, muchas cosas dependen de nuestro interior, pero como la realidad existe fuera también nos influye. Es una corriente de ida y vuelta. Por eso, con las solas fuerzas de la razón humana podemos conocer incluso la existencia de Dios, pero no sin posibilidad de errar. Al poder conocer la realidad, aun con todas nuestras precomprensiones y traumas, ésta puede hacerse un hueco en nuestro corazón y mostrarnos la riqueza de quien la ha creado y eso nos abre una puerta a la conversión. Si no tuviéramos ninguna posibilidad de conocer la realidad, tampoco podríamos cambiar de opinión jamás, pues nada afectaría a nuestro intelecto, ni a nuestra voluntad. Aunque también es cierto que pese a que la realidad es tozuda, más duros somos nosotros y tenemos la capacidad de negar lo evidente hasta la exasperación. Un refrán dice: "No hay peor ciego que el que no quiere ver" y esto es así. Tengo la capacidad de negarme a aceptar algo que salta a la vista voluntariamente sólo porque no quiero aceptar las consecuencias que aceptar como real lo que está ante mí supondría en mi vida.

De este modo, vemos que mi inteligencia queda sesgada para percibir la realidad y como poco a poco iré poniendo más filtros a mis capacidades, al final la realidad que yo pueda conocer ha quedado tremendamente mermada. Hasta el punto de que me he incapacitado voluntariamente para reconocer el mundo y cuanto existe tal y como es. Por eso, afirmo que incluso para un trabajo científico es necesario aceptar el universo tal y como Dios lo ha concebido.

Por eso, la cuestión no es si tengo fe o no, sino si quiero creer o me niego a aceptar lo que estoy empezando a descubrir. Una vez que he empezado a negar la verdad, necesitaré cargarme de filtros para que nada pueda rozar mi decisión libre de no aceptar ciertas cosas. Por ejemplo, la negativa a aceptar como real aquello que no se pueda medir es filosófica, no científica. Mediante el uso de la razón podemos descubrir que existe toda un rango de verdades indiscutibles que no pueden medirse, ni contarse, ni pesarse. Puedo negarme a aceptarlo, pero ya no es un aprendizaje intelectual, sino una decisión de mi voluntad que me va a incapacitar para aceptar todo aquello que se salga del pobre rango de mi comprensión.


No me basta con mis sentidos y mi inteligencia, necesito que el Espíritu Santo me ilumine con sus dones para poder comprender las realidades creadas. De hecho, cuanto más conoces al autor de una obra, mejor podrás comprender la obra misma. Del mismo modo, cuanto más y mejor conozca al Autor de la Creación mejor comprenderé su Obra y más podré comprender de la misma.

Al fin, cuanto más viva en el Amor de Dios mejor conoceré la realidad y más comprenderé el sentido de todo cuanto existe. Por eso digo que las cosas no son como yo las veo, pues no tengo los ojos limpios para reconocer la verdad. A medida que voy acercándome a Dios, en esa medida seré capaz de reconocer la verdad misma de toda la realidad. Para eso es necesario el amor, que todo cuanto existe ha sido creado para que yo pueda encontrarme con el Señor y experimentar su Amor. El conocimiento debe moverme a Amar y el Amor me arrastrará a conocer cada vez más y mejor la Verdad que es el Amor mismo.

Sólo desde Dios, únicamente amando con todo el Amor de Dios somos capaces de reconocer hasta el fin todo cuanto existe como un desbordarse del amor de Dios por el hombre. Las cosas no son como yo las percibo sino como Dios las ha creado.

Cualquier estudioso de la realidad debería estudiar de rodillas y sólo el que busca a Dios conocerá la realidad tal cual es.

Síntesis:

1.- Tenemos la capacidad de conocer la realidad; pero sólo se conoce aquello que se ama;
2.- tengo la libertad de decidir qué quiero conocer y puedo negarme a aceptar la verdad;
3.- sólo aceptando la verdad sobre Dios soy capaz de comprender los seres creados;
4.- si todo ha sido creado por Dios y Dios es Amor, sólo desde el amor de Dios puedo conocer la realidad tal y como es. De modo que únicamente experimentando el Amor creador y salvador de Dios y aprendiendo a Amar, seré capaz de asumir la verdad en todos sus aspectos, también en la ciencia.
5.- No hay mejor sistema científico que vivir el amor que ha sido capaz de crearlo todo, sólo desde el amor la creación se vuelve comprensible.

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